Facultad de Artes
Universidad de Nariño
Seminario Derrida
Sur
desde el
24 al 26 de Noviembre
San Juan de Pasto
Colombia
Teatro
Imperial
Con el apoyo de:
Decanatura de la Facultad de Artes
Universidad de Nariño.
Especialización Pedagogía de la Creatividad, Facultad de Artes, Universidad de Nariño
Facultad de Ciencias Humanas.
Departamento de Humanidades y Filosofía, Programa de Licenciatura en Filosofía y Letras
Maestia en Estudios Interdisciplinarios del Desarrolo Universidad del Cauca, Universidad de Nariño.
Maestría en Etnoliteratura Universidad de Nariño.
Fundación Universitaria Juan de Castellanos, sede Pasto.
Universidad Pontificia Bolivariana Sede Montería
Doctorado en Ciencias de la Educación Universidad de Nariño- Rudecolombia
Departamento de Ciencias Sociales Universidad de Nariño.
Doctorado en Educación Universidad de Nariño.
Departamento de Ciencia Sociales 45 años
Licenciatura en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales. y Edu-multiverso Universidad de Nariño. 15 años
Desderrida: la indecisión del punto de partida incorporado puede encantar, impuntualidad que conlleva y contrae portales y umbrales des-iniciáticos justamente mientras el prefijo des-, por lo común entregado a la negación, la mudanza o el exceso, parasita el adverbio que invade el nombre propio sin escatimar la consonante que parece evocar el lejano octubre de 1985, cuando el consenso wikipédico no imperaba tan
obviamente y en Montevideo las sibilantes del Diseminario. La desconstrucción, otro descubrimiento de América, lejos de alardear presunciones coloniales, favorecían una fórmula apta para cauterizar la prosopopeya publicitaria toda vez que el anuncio relanzaba el que había resonado en enero de 1984 durante una ceremonia dedicada a la memoria de cierto amigo: - “América, pero es la desconstrucción”, definición
modificada ahí mismo en vista del “título de una novela nueva”, inédito cuyo sujeto empatase con “una locura de América, no en el sentido en que América estaría loca
sino en que toca pensarla desde [depuis] una lucidez de la locura, en la luz de una demencia”, sin renunciar por ello a los delirios de nuestra América, la del Sur, hasta ilustrar la metida de pata de Loy, el profesor de la universidad de Singapur que, al acoplar el sunyata de Nagarjuna y la différance del argelino en aras de un pensamiento completamente no-dual porque libre de taras eurocéntricas, declaraba con todas las de la ley que “la desconstrucción es incompleta porque no se desconstruye a sí misma.”
Derrida desde el Sur, por ende y allende: movimiento encantado con el ruego y la comprobación sugeridas a la altura de una forma verbal tan singular, no como quien diga enchanté feliz y contento de conocer a alguien o algo en los límites del buen trato académico, sino y casi al contrario como el que se oculta o descubre rendido a un embrujo familiar, suponiendo que todo encubrimiento implique desabrigos
desconstruyentes - sobre y por debajo de todo si la sinuosa hebra interrogativa es corrida y recorrida por ¿Un sujeto? al estilo de Nancy, alguien dispuesto a dejar saber que: - “El hilo de mi argumento es la exposición, como colmo de la suposición o como
su extremidad, como su abismo también, o si se quiere y/o como su exceso.”
En suma y en resta, esquivando por encima y por debajo, sin upér ni upó, cuando y donde “es el único escudo andar desnudo”, por lo que nos cierne y concierne de lo que puede tratarse y retratarse a lo largo y a lo corto de un encuentro llamado Derrida
desde el Sur, forcejeando sin recato pedagógico en la hojaldre de sus márgenes, vendría - apenas vendría o estaría en trance de venir - a ser una supersuposición
capaz de remitir a los desafueros que en los años 70, a partir y a regresar de una contra-ida a través de las aulas de la Universidad del Cauca, creyendo propiciar la presunta lectura del supuesto objeto semejante a un libro de Derrida titulado Glas, y procurando traducir esa aventura en los fervores entonces asumidos sea como abandono a la “desterritorialización de las hipótesis”, sea como prácticas de “microguerrilla corporal”, las que veinte años después, en la de Nariño, todavía más al Sur, a dos pasos de las chagras mágicas del Putumayo, se apodarían ejercicios de “hipnoinsurgencia”.